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No mientan en mi funeral.

Por favor no mientan en mi funeral.
No digan que fui buena, sobria, honesta o cuerda.
No digan que fui solidaria, sensata o franca.
No digan que fui gentil, servicial o fiel.
Digan que fui incorrecta e incondicional, digan que tuve mala caligrafía.
Digan que dejé mil bares secos por dentro y por fuera, digan que fui leal y que por lealtad me encaramé en más de una venganza.
Digan que nunca fingí, que siempre aparenté y que lo hice por maquillar los impactos de bala que me perforaron el colon.
No digan que fui esforzada, bonita, alineada, buena madre.
No digan que fui cordial, delicada, buena hija.
No digan que fui válida, buena esposa o bondadosa.
Digan que siempre mire a los ojos, digan que nunca escupí al cielo, digan que me cobré la sangre que boté por la encías después de gritar junto a mi pueblo.
No digan que fui transparente, elegante, linda.
No digan que fui virtuosa, humilde, prudente.
No digan que fui agradecida, fragil, valiente.
Digan que fui un espanto para quienes no me amaron, una condena para mis enemigos y un regalo para quien lo mereció.
Digan que fui exiliada, digan que fui indecisa, digan que me vendí al peor postor.
Digan que fui auténtica, digan que fuí sagaz, digan que fui un reptil.
Digan que el día antes de partir a las 10 menos cuarto de la mañana, después del primer mate por fin aprendí el secreto de la vida, se los dejo en mi escritorio, anotado en la boleta del pan dulce que compré el domingo, justo debajo de la lámpara y al lado del bolígrafo con la tinta reventada que me manchó los dedos.
Por favor al enterrarme no remuevan las manchas, he de morir con los dedos en tinta.