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El último

Después de que me rompieron el alma 3 orangutanes, prometí que el tercero sería el ultimo, y es curioso e injusto que, aunque haya tenido cientos de querubines velando mi sueño y mis piernas, mi terca memoria no los recuerdes con nitidez y sin embargo no pueda olvidar palabra alguna ni golpe alguno de los que me dio la fauna de los 3 moluscos.
Que tonta fui, madre santa que tonta, cayendo en las sábanas de semejantes puntos en coma.
El primer orangután o oratungán, por orate y mono, un fantoche casado y petulante, con calcetines rotos y pantalones de segunda mano, enemigo de la ducha y fiel seguidor de la marihuana que más que marihuana parecía sahumerio, un simple y breve secretario de provincia que bailaba en el dedo meñique del alcalde, como se dice en el del tango de la cárcel de chicago, “se lo buscó”, la mentira me la tuvo que pagar en cuotas y en sumario, me cobré el dolor.
El segundo oratungán si me dolió y por veneno de telaraña hoy puedo asumirlo, borracho, poeta reconstituido y concejal de la pereza, icono de la plaza de la ciudad y de los 2x1 en etiqueta negra y polvo blanco, el índice más torpe de la violencia, los gritos y los perdones que se le columpiaban en la lengua, medio hermano de una ministra, medio enemigo del presidente, medio militante de medio partido, medio padre de medias hijas, medio hombre detrás de un puño, no importa, me cobré el dolor.
El tercer oratungan, con el san pedro me cobró todas mis faltas, un remedo de actor, remedo de docente, remedo de hijo, remedo de compañero, remedo de padre, remedo de ser humano, con un ego que no le cabía en el zapato con la suela despegada, ni en las arrugas de la camisa, una furia azul que se le aparecía por encima del hombro, y un cariño hipócrita escondido en el antebrazo.
Me convenció de ser mi padre, me convenció de ser mi trinchera, en la batalla de vida implacable que estaba viviendo y resultó ser un perro de saliva congelada, que se metió entre mis piernas a la fuerza, pues no dije que no pero tampoco dije que sí, y cuando quise gritar subió el volumen de su fauna mentirosa, queriendo vengarse y tomar por mano ajena una venganza sin adverbio, simplemente por haberle puesto un espejo en frente para que viera el color de sus actos y de su mala memoria, no importa, me cobré el dolor.
Escape de la fauna circular del vicio de no amarme, me salvé a punta de papel talado de las lianas de la mentira en la selva de mi dolor, hoy prometo que el tercer simio fue el último, que la tercera guerra fue la última, que morir 3 veces es suficiente, allá los 3 orangutanes bailando su pretensión de caminar erguidos, he aquí mi risa de cobranza, risa que después de morir tanto me vuelve inmortal.