Este instructivo no está a la venta en farmacias, aunque debería, tampoco a mano en salones de belleza aunque, debería. Quizás se pueden hallar algunos intentos en libros de autoayuda, pero nunca con la consistencia sin carne que leerán a continuación. Cuando el impacto de la vida se le asome junto a la cuenta de los gastos comunes, se le cruce la infelicidad en la fila del banco o la frustración se le transforme en un trámite diario ha de mirarse al espejo con un martillo de la mano derecha poniendo la izquierda en el corazón, ha de romper el vidrio dejándolo igual de roto que su corazón y con las puntas ágiles y frías ha de abrir sus venas con insidiosa pleitesía para que por el drenaje se marche todo aquello que le hace bulto en el pecho y que le hace peso muerto en el cuerpo. Al pasar los minutos verá como su cuerpo queda como una cerámica rota, como una tela quebrada a mano y las lágrimas saldrán a flote por ojo propio y ajeno para luego poder por fin, encaramarse a la cama donde pasará en posición 25 fetal entre 3 a 103 días dependiendo de cuán feroz fue con usted la bestia desmedida que le hizo daño o de qué tamaño es la grieta que dejó la vida con sus irremediables preceptos. La resiliencia es, en breves palabras, la llama que mantiene encendida el alma cuando todo alrededor está ahumado, es el fuego que se enciende para sostener el espíritu, es la brasa que se acomoda en el vientre y nos permite resucitar como lengua de luz. Luego de los máximos 103 días de cama, las curvas del duelo se irán elevando, pasará a visitar la rabia y se irá dibujando la aceptación, esa aceptación de que, aunque oscuro sea el escenario siempre se bajará el telón de la pésima obra de teatro que es aquello del sin sentido, que es aquello de la relación de conceptos, que es aquello de la maldad, la pena, el patio y el castillo por donde transita el despertar. El día que se despierte a solas por la mañana y sienta el tracto de la esperanza destapado ese día, por fin dejará el pijama y las pantuflas, lavará su cara y tomará un café con leche o té importado, mientras mastica el más dulce de los desayunos, será testimonio y testamento de coraje y se dará cuenta que volvió a ser fuego después de haber sido leña por máximo 103 días.